3.05.2010

PONENCIA PRESENTADA EN EL PARLAMENTO CATALÁN EN EL DEBATE SOBRE LA ILP PARA LA ABOLICIÓN DE LAS CORRIDAS DE TOROS EN CATALUÑA

El día 4 de marzo, José Enrique Zaldívar, Vicepresidente de la Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia, presentó su ponencia en el Parlamento Catalán en favor de la abolición de las corridas de toros en la Comunidad Autónoma Catalana.

Éste es el texto íntegro de lo que allí expuso.

Cuando tengamos el vídeo de la comparecencia, lo podréis ver en esta página:

Gracias señora presidenta, señores diputados, organizaciones y público asistente.

El sufrimiento del toro en la lidia: Lesiones anatómicas, alteraciones metabólicas y neuroendocrinas (Reducido)


Los argumentos taurinos para defender la fiesta se vieron incrementados en el año 2007 gracias a la aparición de una hipótesis en la que se cuestionaba el sufrimiento del toro durante la lidia. El estudio fue realizado por veterinarios de la facultad de veterinaria de Madrid, y tuvo y tiene amplio eco entre los defensores de la tauromaquia.

Lo que les voy a plantear hoy, en ésta mi comparecencia, son una serie de datos objetivos que aparecen en numerosos trabajos, muchos de ellos llevados a cabo por veterinarios de plazas de toros y publicados en libros y revistas científicas.

Una vez escuchada mi exposición, deberán ser ustedes los que decidan si el toro bravo es un animal adaptado para la lidia, que ha nacido para morir en un ruedo, y lo que es más importante, si dicho espectáculo supone maltrato, dolor y sufrimiento para el animal, y que por tanto sería susceptible de ser prohibido en la Comunidad Autónoma de la que ustedes son diputados, a través de la modificación del artículo 6º de su Ley de Protección Animal.

La lidia consta de una serie de tercios en los que el toro es picado, banderilleado, y herido de muerte con el estoque, siendo posteriormente descabellado y apuntillado.

La puya es un arma metálica cortante y punzante que consta de 6 cm de cuerda encolada y 2.5 cm de púa piramidal tan afilada en cada una de sus aristas como la hoja de un bisturí. Va provista de un tope cilíndrico que debería impedir que entrara en el cuerpo del animal más de esos 8.5 cm.

Son muchos los estudios anatomopatológicos que se han desarrollado sobre cadáveres de toros lidiados para determinar las lesiones que provocan.

Los cánones taurinos marcan como lugar "ideal" para la realización de esta suerte, la zona anatómica conocida como morrillo, que se sitúa en el cuello entre la 4ª y 6ª vértebra cervical, lugar donde asienta una gran masa muscular responsable junto a determinados ligamentos de los movimientos de extensión de la cabeza. Como podrán ver y saber a continuación esto casi nunca es así.

En todos, absolutamente todos los estudios consultados al respecto, se reconoce que los puyazos suponen, entre otras cosas, un gran daño neurológico para el toro.

En más del 70% de los toros estudiados, se ha determinado que las puyas son clavadas en zonas muy posteriores a la indicada como "ideal". Las lesiones descritas afectan a más de 20 músculos, sin contar los intercostales y costales. Todas estas estructuras son necesarias para la movilidad del tercio anterior de animal, los movimientos del cuello, y de la cabeza, y para la función respiratoria. Pero no son sólo los músculos, tendones y ligamentos los que son seccionados, sino también importantes venas, arterias, y nervios

Los resultados indican que la profundidad media de los puyazos es de 20 cm, habiéndose encontrado trayectorias de hasta 30 cm. Se sabe que una sola vara puede abrir hasta 7,4 trayectorias diferentes.

Se reconoce que las puyas provocan fracturas de apófisis espinosas y transversas de vértebras, fracturas de costillas, y de sus cartílagos de prolongación, y que pueden perforar la pleura y el pulmón, dando lugar a neumotorax. Del mismo modo son inevitables las lesiones de la médula espinal, las hemorragias en el canal medular, y la lesión de nervios tan importantes como el plexo braquial (que se ocupa de la inervación de las extremidades anteriores), y de las ramas dorsales de los nervios espinales que se encuentran paralelos a la médula.

Las pérdidas de sangre que sufre un toro en la suerte de varas son algo contradictorias, oscilando entre el 8 y el 18% de su volumen sanguíneo. Un toro de 550 kilos perdería entre 3 y 7 litros de sangre tras los puyazos.

Las banderillas, que se clavan en número de seis, llevan en su extremo un arpón de acero cortante y punzante, que en su parte visible será de una longitud de 4-6 cm. Desgarran muchas de las estructuras anatómicas lesionadas con anterioridad por las puyas, y producen lesiones en unos 10 cm alrededor de donde han sido insertadas, aumentando la pérdida de sangre en el animal.

El estoque, una espada curvada de 80 cm de largo, debería lesionar o secciónar los grandes vasos que asientan en la cavidad torácica, es decir, la vena cava caudal y la arteria aorta posterior.

Lo que sucede con más frecuencia es que el estoque lesiona cordones nerviosos laterales a la médula, lo que provoca la desconexión de todo el aparato motor de la caja torácica, lo que añadido a la gran lesión del pulmón derecho, da lugar a una dramática dificultad respiratoria. La sangre pasa del pulmón a los bronquios, de allí llega a la traquea, y sale al exterior por la boca y la nariz.

En otras ocasiones se atraviesa el diafragma, lo que va a producir una parálisis por lesión del nervio frénico; la lesión del nervio frénico puede determinar compromiso de la función diafragmática con insuficiencia respiratoria.

Se dan casos en que las estocadas son tan traseras que pueden llegar a penetrar en el hígado y la panza.

En otras ocasiones veremos unos pequeños hilos de sangre en la boca y en la nariz. Esto sucede cuando el estoque ha tocado la parte más externa de los pulmones y el toro se traga su propia sangre.

En 57 corridas estudiadas (342 reses) tan sólo el 20% de las estocadas lesionaron la vena cava caudal.

En el año 2003 se publicó un estudio en el que tras el análisis de 434 toros se certifica la presencia de émbolos en el tejido pulmonar y hepático en un alto número de animales, que se atribuyen a la irrupción de la espada en la región intratorácica, órganos intraabdominales, así como en las estructuras vasculares.

La lidia concluye con el descabello y la puntilla.

El descabello se realiza con una espada similar al estoque, pero que lleva un tope de 10 cm. Su misión es lesionar y seccionar la médula espinal entre la 1ª y 2ª vértebra cervical.

La puntilla se le da al toro con un cuchillo de 10 cm de hoja, que una vez introducido en el espacio occipito-atlantoideo secciona el bulbo raquídeo, provocando la parálisis general del animal con disminución de la presión arterial. Los movimientos respiratorios se van paralizando y la sangre circulante, cargada de CO2, produce hipoxia en el encéfalo. Se dice que provoca la muerte instantánea del toro, pero no es cierto, ya que va a dar lugar a la la muerte por asfixia. Algunos animales presentan durante algún tiempo después reflejos que son compatibles con la vida. La puntilla está prohibida en todos los mataderos de la UE por considerarse un método cruel de dar muerte a un animal.

Pero no son sólo éstos los datos que les puedo aportar para demostrar que la lidia es un acto cruel de maltrato animal, con una profunda repercusión en las constantes vitales del toro, lo que demuestra el sufrimiento físico y psíquico a que es sometido.

En estudios realizados para determinar las alteraciones metabólicas que sufren estos animales queda patente su incapacidad para adaptarse a la misma.

32 parámetros sanguíneos han sido estudiados en cientos de toros lidiados y dados muerte en la plaza. Todos estos valores sufrieron importantes modificaciones en un espacio de tiempo relativamente corto, el que dura la lidia, y todas las alteraciones, tanto a la alta como a la baja, pueden ser consideradas como patológicas. Estos animales presentan graves alteraciones hepáticas, renales, del equilibrio ácido básico, del recuento de células sanguíneas, y de sus valores hormonales. En el dossier que se les ha entregado tienen una amplia información al respecto.

Estas analíticas revelan un grave estado de hemoconcentración y deshidratación por la pérdida de fluidos que experimenta el animal.

La presencia de un pH ácido en la sangre en el 93,5% de los toros analizados, demuestra un estado de acidosis metabólica que podemos considerar como grave. Un pH sanguíneo bajo significa que la sangre contiene demasiado ácido, lo que es perjudicial para las células del organismo. El origen de este estado patológico hay que buscarlo en el sobreesfuerzo que supone la lidia, para la que el toro no está preparado.

También ha sido merecedora de estudio la función respiratoria del toro durante la lidia, mediante la medición de gases sanguíneos (gasometría). De estos trabajos podemos deducir un gran sufrimiento.

Las mediciones incluyen la presión parcial de oxígeno (PO2), la presión parcial de dióxido de carbono (PCO2), el pH, el bicarbonato (HCO3-), el dióxido de carbono total (TCO2), el exceso de bases (EB), y la saturación de oxígeno (sO2).

Los valores obtenidos después de la lidia demuestran la incapacidad de los pulmones para eliminar el CO2 que se está produciendo, disminuyendo la presión parcial de oxígeno (PCO2) y aumentando la presión parcial de dióxido de carbono (PO2). Una muestra más de la incapacidad del toro para adaptarse al castigo a que es sometido.

Según el taxidermista de la plaza de toros de Las Ventas, el 60% de las cabezas de toros sobre las que ha trabajado, presentan fisuras o fracturas de cráneo. Un conocido crítico taurino, se refirío a esta circunstancia como el "crimen del estribo del picador"

Un estudio realizado sobre más de 6000 toros revela un gran número de lesiones oculares que sufren estos animales durante la lidia, en el desembarco del camión, o durante la espera previa a su salida a la plaza. En un 23% de ellos, se encontraron úlceras de córnea, desprendimientos de retina, luxaciones y subluxaciones de cristalino, fractura del borde orbitario en el arco superciliar, y hemorragias intraoculares.

Incidiendo en el estudio al que he hecho referencia al comienzo de mi exposición, y en el que nada se dice de todas las alteraciones orgánicas y anatómicas que he descrito, les haré una serie de puntualizaciones con respecto a las afirmaciones que en él se hacen, y que concluyen minimizando el sufrimiento, el estrés y el dolor que padece el toro durante la lidia, y transformándolo en un animal adaptado para tal fin.

El estrés es la "situación de un individuo o de alguno de sus órganos o aparatos, que, por exigir de ellos un rendimiento superior al normal, los pone en riesgo de enfermar", es decir, una verdadera amenaza para la homeostasis, que es la tendencia de los organismos para mantener la estabilidad de componentes fisiológicos vitales como el pH, la temperatura corporal, los electrolitos, o la tensión de oxígeno, por lo que mantener en equilibrio sus valores en un rango estrecho es esencial para la supervivencia del individuo.

Como se puede comprobar trás el estudio de las análiticas, el organismo del toro durante la lidia no puede conseguir dicho equilibrio lo que demuestra su inadaptación a la misma.

Se nos dice que el tálamo del toro es más grande que el del resto de los bóvidos (aproximadamente un 20%), y que por ello estos animales son capaces de responder al dolor con más rapidez. Evidentemente no puedo negar esta afirmación, la de su tamaño, pero si les puedo decir que el tálamo no es el encargado de responder ante el dolor. Esta estructura neuronal situada en el centro del cerebro es la que procesa las sensaciones, propaga los impulsos y quizás los integra, pero es la corteza cerebral la que decide la respuesta que se debe producir.

Se afirma también que el toro carece de neuronas memoria, lo que haría que careciera de recuerdos en lo que respecta al dolor. La percepción del dolor requiere un reconocimiento cortical del estímulo como no placentero. Además, el dolor es una experiencia subjetiva sensorial y emocional que requiere la existencia de conciencia.

El aprendizaje, la memoria, y el comportamiento agresivo, dependen en gran medida de unas estructuras cerebrales que reciben el nombre de hipocampo y amígdala, y no del tálamo.

Cualquier mamífero tiene tres memorias: memoria sensorial que opera en un tiempo inferior a un segundo, memoria a corto plazo, que no se prolonga más allá de 15 a 20 segundos, y memoria a largo plazo. Las tres interactuan conjuntamente y se envian información, y tienen una función definida. La primera de ellas está fuera del control de la consciencia, y actua de manera autómatica y espontánea en todos los mamíferos.

En un estudio que lleva por título: "Comportamiento del toro de lidia frente al caballo y la muleta", se puede leer: "la tienta con muleta en el toro de lidia es inviable dada la capacidad de aprendizaje de estos animales".

Entiendo que el aprendizaje lleva aparejado el recuerdo, que se le niega al toro de lidia, y creo evidente que el toro de lidia, a lo largo de su vida, ha tenido contacto con sensaciones que le han provocado dolor, y que por tanto debe tener conciencia y memoria sobre él.

En este mismo estudio se nos dice que el toro se adapta perfectamente a la lidia, ya que el cortisol, hormona medidora del estrés determinada en toros muertos en el ruedo, presenta valores menores que el medido después del transporte, y que el de los toros que fueron devueltos a los corrales por no ser aptos para la misma, lo que hace suponer que el viaje y la salida al ruedo les estresan más que la lidia en sí.

En dos tesis doctorales, presentadas en la facultad de veterinaria de Madrid (2002, y 2006), y dirigidas por el mismo veterinario que ha hecho estas afirmaciones, se dice todo lo contrario: "los toros lidiados y dados muerte en el ruedo, presentaban niveles hormonales de cortisol más altos que los tomados como control, que son los devueltos por no ser aptos para la lidia, y se concluía que la lidia suponía un importante estrés para el toro, ante el que intenta adaptarse".

Los estudios a los que he hecho referencia sobre las análiticas en toros lidiados, y algunos otros, demuestran que el cortisol está por encima de los valores considerados como normales, y que el toro sufre un gran estrés al ser lidiado. Ante la duda que puede se puede plantear al respecto, les diré que:

"Cuando existen lesiones en las vías de transmisión del sistema nervioso, indispensable para que se produzca una respuesta endocrina ante estímulos estresantes mediada por el sistema nervioso, dicha respuesta se puede ver amortiguada o evitada por lesiones neuronales o de la médula espinal".

Descubrimientos muy recientes indican que las betaendorfinas podrían inhibir las descargas de los precursores hormonales que darían lugar a las descargas de cortisol. Dado que al parecer el toro durante la lidia, descarga estas sustancias en gran cantidad, podría ser ésta otra de las razones por lo que el cortisol medido no sea el esperado.

El agotamiento del toro ante la lidia (tercera fase del Síndrome de Adaptación de Selye), debe ser tenido en cuenta en las determinaciones hormonales por lo que respecta al cortisol, y deberían valorarse los numerosos daños físicos y alteraciones metabólicas que sufre el animal, y que demuestran su inadaptación.

Los análisis sanguíneos en toros lidiados indican altos niveles de potasio y bajos niveles de sodio y de cloruros, compatibles con el posible agotamiento de la glándula suprarrenal encargada de descargar el cortisol, y la aldosterona.

Y para terminar mi comparecencia haré alusión a otra afirmación que se extrae como consecuencia del estudio mencionado. En él se dice que, gracias a la gran descarga de opiáceos endógenos -betaendorfinas, y metencefalinas-, el dolor y el placer se equiparan.

Las endorfinas no tienen poderes mágicos. Todas las endorfinas descubiertas hasta hoy, son descargadas cuando hay estrés y dolor, y no se me escapa que tienen propiedades analgésicas, pero en ninguna publicación científica podrán leer que neutralizan el dolor hasta equipararlo al placer. Si así fuera: ¿que sentido tendrían los estudios sobre el dolor y cómo neutralizarlo?

El estudio de los opiáceos endógenos, y de sus receptores es todavía hoy un gran misterio para la ciencia médica, y sabiendo que se descargan en ingentes cantidades ante situaciones de estrés, de dolor, de sufrimiento, de sobreesfuerzo, de hemorragias, de desequilibrio orgánico, de insuficiencia cardiorespiratoria, y de alteraciones de la tensión arterial, como las que se producen durante la lidia, y que les he explicado, es lógico que el toro, durante la agonía a la que es sometido, no tenga más remedio que producirlas. Los estudios que demuestran lo que afirmo son numerosos, y en el dossier que se les ha entregado tienen algunos ejemplos. En muchos de ellos, se afirma que a mayor indice de endorfinas, mayor es el dolor que se siente y el estrés que se padece (Bacigalupo), e incluso en algunos estudios de medicina humana, y veterinaria, sirven para cuantificarlos. Se ha llegado a afirmar que las endorfinas descargadas en estados de estrés no tiene poder analgésico (Harbach 2007), y varios autores aseguran que las encefalinas representan el sistema modulatorio de mayor relevancia en el intento de adaptación de un organismo al estrés crónico.

Si el toro de lidia tiene esta sobrenatural adaptación para soportar el dolor, el maltrato y el sufrimiento, creo que ésta hipótesis es merecedora de un importante espacio en una publicación de caracter científico, cosa que hasta ahora no ha sucedido.

"El bienestar animal a de abordarse bajo bases científicas verdaderas. La percepción errónea de los animales como seres que no sienten y que por tanto son incapaces de sufrir, hace que se desarrollen actitudes negativas hacia ellos, que se reflejan en conductas de neglicencia, crueldad o trato irrespetuoso".

Observen como sale el toro a la plaza, y como termina su vida, y si todavía alguien puede pensar que este animal ha sido capaz de sentir placer en algún momento de la lidia, pongo mi título de licenciado en veterinaria a disposición de los órganos colegiados que regulan mi profesión.

Terminaré citando a Sófloques que decía: "una mentira nunca vive hasta hacerse vieja".

Muchas gracias señora presidenta y señoras, y señores diputados.
José Enrique Zaldívar Laguía.
Veterinario.

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