11.28.2011

El Quito antitaurino

Por David Ochoa para La República

El Quito que queremos los antitaurinos no tiene corridas de toros en absoluto, sea que el animal muera frente a los espectadores o escondido. Sin embargo, los antitaurinos (o antitaurómacos, como dice un amigo) tenemos diversas opiniones sobre cómo llegar a ese Quito sin corridas de toros. Y también hay diversidad sobre las motivaciones para llegar al ese Quito. La acción de protesta realizada por el colectivo Diabluma es un excelente ejemplo de esa diversidad.

Hay dos formas de terminar con el espectáculo taurino: la prohibición mediante norma, que tiene la ventaja de ser una solución inmediata y radical, que ha funcionado muy bien desde la Argentina (1899) hasta Cataluña (cuya prohibición entrará en vigor en enero de 2012), Se critica esta forma de solución por limitar las libertades de los aficionados al toreo y por la ineficacia de prohibiciones sobre costumbres arraigadas en ciertas culturas. Por ejemplo, el papa Pio V prohibió las corridas de toros, así como los reyes Carlos III y Carlos IV. Otros monarcas españoles introdujeron limitaciones parciales: Felipe V prohibió a sus cortesanos asistir a esos eventos y Fernando VI condicionó los espectáculos a que su lucro sea destinado a fines benéficos. Todas estas prohibiciones fueron temporales, porque eventualmente perdieron vigencia: la costumbre gana a la norma.

La otra forma de terminar con las corridas de toros es creando conciencia en las personas, en la espera de que, eventualmente, el toreo deje de ser lucrativo y se extinga por falta de costumbre. Este camino busca llegar a su objetivo en el largo plazo, pero es duradero: extinguida la costumbre no habrán corridas de toros haya o no prohibición. Desde 1985 no se han realizado corridas de toros en Canarias, aun cuando la prohibición legal fue aprobada recién en 1991. Aún si mañana se derogase la prohibición canaria, es improbable que nadie organice una corrida de toros, porque no habría público para ello.

Diabluma defiende la abolición inmediata de esos espectáculos. Me imagino que el Presidente Correa también, dada su tendencia a generalizar prohibiciones (alcohol, casinos, etc.). En el Municipio de Quito se ha preferido la solución paulatina: desde 2009 las calles no se cierran alrededor de la Plaza de Toros y ese evento ha sido excluido totalmente del programa de fiestas. Las protestas de Diabluma contribuyen también a crear conciencia y disminuir la afición taurina. Cuando se realizan con respeto y creatividad, la protesta es digna de ser celebrada.

La pregunta de la consula popular fue adoptada por el Municipio de Quito con una ordenanza municipal que permite las corridas de toros, pero prohíbe la muerte en el espectáculo. La redacción de la pregunta era lo suficientemente ambigua para que cada cantón adopte su propio nivel de prohibición: habrá otros municipios que prohíban totalmente las corridas de toros y habrá otros que prohibirán inclusive las peleas de gallos.

No sólo Diabluma critica la tiba posición municipal: algunos sábados atrás, los radio teatreros que acompañan al Presidente se burlaron de la decision municipal. Rafael Lugo expuso en su blog una fuerte crítica a la ordenanza. Aunque no dudo que muchos electores hayan votado “SI” en la pregunta 8 esperando una prohibición actual, muchos otros votamos afirmativamente para tener una solución de largo plazo como la adoptada por el Municipio.

La decisión del municipio tiene la virtud de respetar las elecciones de las personas, pero se omite prohibir expresamente el ingreso de menores de edad y no prohíbe el uso de recursos públicos (económicos y humanos) en actividades de tauromaquia. En el futuro se debería mejorar la ordenanza en estos aspectos.

Aquellas personas que reclaman del gobierno más apertura y tolerancia, podrían ver esas virtudes en la ordenanza municipal.

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