12.06.2007

Para el pequeño Cristian

Para Cristian su existencia no fue fácil, pero eso no le ha impedido vivir. Nació sin padres que le dieran el merecido cuidado, y para el colmo de los males, infectado del virus de moda. Afortunadamente, contó con personas e instituciones que velaban por él.

Nuestra relación fue muy estrecha. Como colaborador de la causa a favor de los niños con SIDA, me fue encomendado el seguimiento del niño para su educación y distracción sana. Lo conozco desde sus 10 años de edad desde entonces nos convertimos en amigos inseparables.

Antes de nuestro encuentro, el niño estuvo resguardado en una hacienda. Allí encontró la paz y la esperanza de vida necesaria para mejorarse, y el gran aporte para ello fue el relacionarse con nuevos amigos. Pero no cualquier amigo, sus compiches eran un caballo y un becerro.

Los peones de la hacienda lo vivían bromeando con frases como “no te encariñes mucho con el becerro porque mañana puede ser tu cena”, y desde entonces Cristian no probó nunca más la carne.

Después vino a Caracas para su tratamiento y se quedó con una pareja de esposos que veló por él. Gracias a Dios la gente buena abunda, aunque los demás no lo quieran creer.

A los 13 años el pequeño padeció de una neumonía que no le daba esperanzas de vida. Estuve con él hasta principio de este año 2007, pero mi activismo en la lucha por los derechos de los animales nos alejó un poco. Nuestro contacto desde entonces fue telefónico y por mensajes a través de amigos comunes.

En la última conversación que tuvimos le comenté que estábamos trabajando en una ley que prohibirá el sufrimiento animal, que en ella se va a impedir que vuelvan a hacerse las tormentosas corridas de toros y otras torturas. El niño se puso feliz, me decía que eso era una de las cosas que más anhelaba y que rezaría por curarse y que se dé la ley.

El 23 de abril recibí un mensaje en mi contestadota telefónica, Cristian después de mucha agonía había dejado este mundo, y entre muchas cosas que dejó dicho el día anterior para mí estaba las siguiente frase: “Roger, salva a los toros”.

Sé que ahora tengo un aliado más fuerte en la lucha por la liberación animal, un angelito llamado Cristian y que va a hacer que la tortura desaparezca para siempre en los seres que sienten y no pueden gritar su dolor.

Cris, no te olvidaré nunca y en tu nombre haremos el mundo en el que siempre quisiste vivir.

Hasta siempre.

Roger Pacheco Eslava

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