7.30.2009

Adrenalina contra el toro

Galápagos (Guadalajara) celebra un ‘rally’ donde decenas de vehículos persiguen al animal campo a través

Persecución del toro en Galápagos (Guadalajara). Foto - LUIS LLORCA

Javier Rada Galápagos (Guadalajara) - 31/08/2008

Muge constantemente, llora este toro aterrado, que se oculta entre la maleza del antiguo cauce de un riachuelo. Centenares de vehículos, algunos luciendo banderas piratas, y hasta franquistas, lo cercan. Apesta a embrague quemado. Y rugen las máquinas del infierno. Minotauro, este es tu fin. Entra en el laberinto mecánico...

Cabalgamos hacia un salvaje oeste mecanizado, cuyo título, por su eufemismo, deja perplejo al visitante: encierro en el campo. En realidad, se trata de una inverosímil carrera campo a través en la lucha por un trozo de toro agónico.

Polvo y persecución. Un exceso de vehículos. Un mundo extraño que recuerda a la ciencia-ficción, cuando lo primitivo y lo tecnológico se funden como en las cacerías apocalípticas de un guión de la saga de Mad Max. Vehículos cuatro por cuatro, motos de cross, quads, cars, tractores, una excavadora tipo bulldozer, coches tuneados como autos locos persiguiendo y acosando al toro.

Ocurrió el sábado pasado en Galápagos (Guadalajara). Y ocurre también en otros pueblos cercanos, como en El Casar. Es una "moderna tradición", aseguran sus defensores, que mezcla sin concierto adrenalina, rallys y toros. La Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha admite que en ocasiones se incumple la normativa, en cuanto a vehículos y maltrato animal, pero que es "muy difícil de controlar".

"Ésto empezó como un espectáculo que ha ido degenerando en otra cosa", afirma un portavoz de la Junta en Guadalajara. A pesar de que se incumple el reglamento taurino, sin la denuncia del delegado gubernativo, es decir, la única patrulla de la Guardia Civil que vigila la zona, no hay caso.

De cacería con motos

Como en una cacería motorizada donde no impera ningún tipo de ley, como un rally hacia la decadencia total, los ejecutores pisan el acelerador detrás del animal. "Esto es una fiesta, ya ves. Cada uno coge el coche más cutre, lo maquea y a perseguir al toro", asegura uno de los asistentes a la tortura que tuvo lugar el sábado pasado.

En cuanto el animal se detiene, todos lo cercan, lo encajonan en el laberinto que se ha formado con los coches. El bicho tiene las astas magulladas de tanto rasgar la chapa. Y la gente se sube a los capós o techos, convertidos el día de la fiesta en extraños burladeros.

Empieza así el vía crucis: los presentes en el campo dan al animal con varas recias hasta que éstas se parten; lo golpean con banderas; lo lapidan con grandes piedras o latas de cerveza. Y de tantos calambres eléctricos, lo atontan.

Para los grupos ecologistas, como la Asociación Nacional para la Protección y el Bienestar de los Animales, Guadalajara se ha convertido en unterritorio comanche en donde "queda mucho por investigar", admiten. Los niveles de las hormonas relacionadas con el estrés, como el cortisol, la noradrenalina o la andrenalina se disparan en el toro, según la Asociación de Veterinarios Abolicionistas de la Tauromaquia (AVAT). La novedad es una causa muy poderosa de estrés, especialmente cuando el animal es enfrentado súbitamente a ella.En este tipo de ganado, las novedades y los sonidos o imágenes extrañas suelen ser señales de peligro.

Terror y agonía

Son tantos vehículos, y tanto el terror del toro, que el animal no hace más que esconderse, lo que incrementa su sufrimiento, ya que todos empiezan a atacarle para que prosiga su camino. "Se ha escondido como un conejo entre las zarzas, está cagao", dice uno de los visitantes, subido en una segura loma.

Sí: está cagao, confuso, muge terriblemente, se queda quieto, intuye que se acerca el fin. ¿Cómo lo devolvéis al corral?, preguntamos. La respuesta es clara: "Dos tiros y punto, y buenos bistecs". Pero aún le queda al bicho varias horas de agonía (de 18.30 a 20.10 horas duró el encierro). "¡Venga, hay que darle con la pértiga eléctrica, sino no se mueve!", grita con autoridad un hombre de mediana edad.

Ni con esas. Deciden enviar la excavadora para que golpee con la pala la maleza. Hay gente montada a caballo, pero no actúan. Esta es la era las máquinas. "Quita el tractor de en medio, sino, nunca saldrá", vocean. No existe tradición que justifique este acto, y no todos los vecinos del pueblo de Galápagos están de acuerdo con él.

Los encierros en el campo empezaron con tractores hará unos 15 años. Y ahora parecen el Guadalajara-Dakar. "Esto es más que una locura, los que participan arrasan las tierras de los agricultores, y encima la gente no es del pueblo, muchos vienen de fuera a divertirse. Deberían prohibirlo, pero entonces entre todos se cargarían al alcalde", confiesa un vecino, que prefiere quedar en el anonimato.

El rally lleva demasiado tiempo inmóvil. Si el toro abandona la fortaleza verde y regresa al campo yermo, sabe que le esperan las máquinas que rugirán como la manada de leones que cazan al búfalo. Prefiere los golpes y las descargas. Se acerca un todo terreno. Se le pone enfrente. El último desafío. La última humillación. ¡Plaf!

La pistola de matadero ha hundido su nunca. Los niños dan patadas al cuerpo inerte, como al caudillo que pierde la guerra. Uno de los ganaderos se acerca al cadáver del animal. "¡Mira, estaba ciego, por eso se movía poco!", dice. Quizá fue lo mejor. No ver el laberinto metálico. No ver bestias mecánicas. No ver esta pantomima del fin de la civilización.

Fuente: Público. es

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