Fue una tarde histórica. El 4 de mayo de 2008 quedará en los anales de la evolución ética de este país por ser el día en que, por primera vez, la protesta antitaurina plantó cara a la vergüenza nacional (que llaman fiesta y ensucian la palabra) en su propio terreno, ensangrentado. Pasaban (pero de rosca) las cinco en punto de la tarde y acababan de arrastrar al primero de los seis toros inocentes condenados a la humillación, la tortura y la muerte, cuando seis (también: iba por ellos) valientes activistas de Fundación Equanimal saltaron a la arena del coso de Las Ventas para pedir la abolición de las corridas de toros y reivindicar los derechos de los animales. ¡Olé! Hasta esa tarde, la protesta había quedado extramuros de ese patíbulo que es el ruedo, pero si pudo llegar hasta ahí es porque un movimiento ya imparable confirma y evidencia el convencimiento de que el futuro es la liberación de los animales maltratados. Así simbolicen (quieran hacer creer que simbolizan) la esencia de una nación. Si el dolor que se inflige pública e impunemente a un animal es, para más inri, emblema de identidad nacional, la liberación no será sólo suya (de los toros) sino de todos los que nunca se definirán mejor que en esta tesitura con la cursi expresión (tan propia, por cierto, de los afines a la tauromaquia) de españoles de bien.
Gente de bien eran los seis españoles que en esa tarde para la historia hicieron cola, pagaron entrada, fingieron ser público, hicieron de las tripas del toro su propio corazón para que por un momento ese corredor de la muerte de inocentes fuera un lugar decente (en el sentido de moral política con que el presidente Zapatero recuperó en el Congreso el tergiversado concepto de decencia, al celebrar la igualdad social que supuso el reconocimiento legal de los derechos homosexuales a través de la reforma del matrimonio civil). Seis personas buenas. Decentes. ¿Cómo, si no, haces algo así? Eso coincidieron en preguntarles después, una vez detenidos y a la espera de ser trasladados a dependencias policiales, tanto los responsables de Las Ventas como los miembros de la policía (algunos de los cuales confesaron a los antitaurinos ser antitaurinos, no serían de Coslada): ¿cómo se os ocurre hacer esto? Y la respuesta de las seis personas buenas: porque nos impulsan nuestros ideales, porque somos la voz de los animales que sufren, porque en la arena no hemos sido seis, sino muchos más. Cada vez más, pacíficos luchando contra el cruel especismo, como cada vez más fueron los que se sumaron en su día, decentes, a la lucha contra el racismo y el sexismo. Un movimiento joven y fuerte que se extiende por el mundo en defensa de los animales y nos hace tener esperanza en una existencia un poco mejor, donde hacer daño por entretenimiento de unos y negocio de otros resulte intolerable y tenga su merecido castigo. Yo estaba ahí. Declaro que salté a la arena con los seis valientes del 4 de mayo. Declaro, orgullosa, que soy una de ellos. Declaro que yo también fui arrastrada por los pelos entre orines y sangre. Declaro que yo también me rompí un pie y no me atendieron en la enfermería de la plaza. Declaro que antes de desplegar mi pancarta en el centro de ese circo romano me comían en las gradas la angustia y el miedo, los que sienten los toros. Declaro el honor de ser fichada por desorden público y desacato a la autoridad, si el orden público es clavar banderillas y espadas en la espalda a un animal secuestrado para perverso placer de japonesitos con niños y españolitos sin escrúpulos, si ésa es la autoridad: moral, no.
Señor presidente del Gobierno, estoy convencida de que usted sabe que el futuro pasa por la abolición de la tauromaquia; convencida de que usted aún no se ha pronunciado sobre los derechos de los animales con la misma valentía con que lo ha hecho sobre los derechos de otros seres maltratados porque los intereses económicos y la presión institucional se lo impiden; convencida de que algún día la ministra Narbona, antitaurina manifiesta con la que usted no ha contado para esta nueva legislatura por ser, según ella misma ha definido, "el rostro de la discordia", será considerada una admirable pionera; convencida de que usted, honestamente, pedirá público perdón por el sufrimiento causado a los animales y a los ciudadanos agredidos con esa violencia; convencida de que los seis activistas antitaurinos que se esforzaron en Las Ventas por llamar la atención del no respetable y despertar las conciencias de los dormidos pasarán algún día a la historia como los decentes del 4 de mayo. El día en que se cuente a los niños que en España se torturaba animales como una vergüenza del pasado. Convencida de que dará las gracias a Equanimal.
Fuente: El País Digital
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